Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 14

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 14: Jeremy y su Pantano de la Tristeza. Jo y su Bosque de la Felicidad *



/¡Hola! El extraño amigo de Laurie, Jeremy, logró salvarse por un pelito de rana calva, pero nadie sabe qué va a pasar con él de ahora en adelante. ¿Será bueno con nuestro Laurie por fin?/

Los fríos días de otoño comenzaron al igual que las clases en la universidad en la que iría Laurie para iniciar así su carrera de derecho. Y mientras él asistía a regañadientes a clases, Jeremy comenzaba a recuperarse lenta pero constantemente bajo el esmerado cuidado de Jo, la señora Kirke y las sirvientas de la casa. A pesar de que todos querían saber los motivos por los que Jeremy había intentado quitarse la vida, el doctor les había aconsejado que esperaran a que él se recuperara lo suficiente como para poder resistir un interrogatorio por más que leve que éste fuera.

Laurie tocaba el piano todos los días cada vez que disponía del tiempo necesario para hacerlo y así mantener a su joven amigo con buen ánimo para luchar en contra de su enfermedad que con cada día que pasaba parecía alejarse poco a poco de su endeble salud.

En efecto, Jeremy había conseguido derrotar al temible fantasma de la neumonía, pero había quedado mortalmente débil y cadavérico, tan pálido como un fantasma y con sus ojos celestes más intensos que nunca, resaltados con la palidez de su rostro delgado. Jeremy era un muchacho muy atractivo y la enfermedad no había hecho otra cosa que acentuar su natural encanto. Pasaba los días absorto en un profundo silencio, mirando sin mirar hacia un punto imaginario; solamente reaccionaba un poco cuando escuchaba las notas del piano desde el salón de la planta baja, poniéndose a tocar el mismo su propio piano imaginario con sus largos y finos dedos para luego romper a llorar amarga y desconsoladamente. Sólo Jo se había percatado de ello cuando estuvo a punto de entrar para dejarle el almuerzo, sorprendiéndose al verlo llorar de esa manera. Decidió no entrar y cerró lentamente la puerta detrás de ella, sintiéndose muy preocupada por él.

Cada vez que alguien se quedaba con él para cuidarlo o intentar iniciar una conversación, Jeremy se mantenía distante, con su triste mirada fija hacia la ventana, sin decir absolutamente nada.

—A ese muchacho lo consume una pena muy grande —comentó Anthony mientras Jo le servía un poco de té acompañado con las deliciosas galletitas de la señora Kirke.

—¿Por qué no nos lo cuenta todo de una vez? ¡Estoy segura de que se quitaría ese enorme peso de encima! —insistió la siempre impulsiva escritora.

—Tal vez sea porque él aún no está listo para contárnoslo —dijo la señora Kirke, quien se encontraba sentada en su sillón favorito, bordando tranquilamente.

—¡Uf! Espero que se decida muy pronto a hablar porque me pone los pelos de punta cuando veo que no puedo hacer nada por él —se quejó Jo, lanzándose pesadamente sobre el otro sillón, malhumorada y preocupada.

—Veo que la paciencia no es tu virtud, Jo —sonrió Laurie con tono burlón, sentado en una silla al igual que Anthony.

—No cuando no sé qué hacer por una persona que está en problemas… —replicó, metiendo las manos en los bolsillos de su vestido y haciendo un pucherito mientras fruncía el entrecejo.

—¿Cómo te va en la universidad, Laurie? Supe que ya comenzaste a asistir a clases —quiso saber el curioso periodista.

—Aburrida como un funeral —fue la declaración del joven universitario, poniendo una cara tan cómica que hizo reír a todo el mundo.

Sin que ninguno de ellos lo notara, Jeremy se encontraba parado en el pasillo del primer piso, apoyado endeblemente sobre el pasamano, escuchando aquella simple pero alegre conversación que le hacía extrañar horrores a su familia. Lentamente se dirigió hacia su habitación, cuidando de no hacer ningún ruido. Acostándose de nuevo en la cama y haciendo como que dormía profundamente, esperó a que la señora Kirke le dejara la cena y se fuera. Pasaron varias horas luego de eso y Jeremy permaneció despierto hasta que no escuchó más ruido que el del péndulo del reloj de pie que se encontraba en la sala de estar.

Ya todos se habían marchado a dormir.

Sentándose en la cama, recogió los pequeños anteojos que se encontraban sobre la mesita de luz. Como aún no se había hecho un par nuevo, los que tenía estaban rotos por la brutal actitud de su antiguo casero, quien los había pisado intencionalmente.

Sosteniendo sus anteojos sobre el nivel de la barbilla, Jeremy los contempló con profunda tristeza antes de colocárselo, no pudiendo reprimir un sollozo al darse cuenta de que podía ver muy poco a través de ellos. Así permaneció por un largo tiempo, sentado sobre la cama con la espalda arqueada y con el rostro oculto entre sus manos hasta que decidió levantarse y realizar de una vez lo que se había propuesto.

Caminó a tientas hasta la puerta y la abrió lentamente, cuidando de no hacer ningún ruido con ella. Ya en el pasillo, se dirigió hacia las escaleras y bajó cuidadosamente por ellas hasta llegar a la planta baja. Como si fuera atraído por un poderoso imán, Jeremy ingresó a la sala de estar y logró distinguir entre las tinieblas la sinuosa silueta del piano de cola que tanto había escuchado sonar en los días pasados.

Emocionado, el joven pianista caminó directamente hacia el objeto de sus deseos sin fijarse por dónde iba, por lo que terminó chocando precipitadamente contra un alzapiés que se encontraba frente a uno de los sillones, cayendo de bruces al suelo alfombrado. Jeremy permaneció allí por algunos instantes, sintiéndose humillado por su propia torpeza y debilidad. Desesperado, alargó las manos para buscar a tientas a su tan anhelado piano hasta que logró dar con el taburete de éste. Abriendo
desmesuradamente sus ojos al darse cuenta de que lo tenía tan cerca de él, comenzó a gatear ansioso un poco más hacia adelante y, apoyándose sobre el taburete y el piano, se sentó jadeante frente a aquel noble instrumento, emocionado.

Así permaneció por espacio de largos minutos, mirando hacia el piano que a duras penas lograba distinguir entre las tinieblas de aquella habitación fría y sin vida, abandonada por aquellos que le habían dado toda su alegría hacía tan sólo algunas horas. Llevando sus temblorosas manos hacia la tapa del teclado, lo levantó delicadamente para dejar expuestas sus largas y numerosas teclas blancas y negras. Con los ojos llenos de lágrimas, deslizó sus delgados dedos sobre ellas hasta que una mezcla de rabia, dolor y frustración embargó su atormentado corazón, obligándolo a cerrar la tapa con fuerza y lanzarse sobre el piano para comenzar a llorar desconsoladamente con la cabeza escondida entre los brazos.

—¡Por qué! ¡Por qué a mí! —sollozó amargamente.

Jeremy no se había percatado de que Jo lo estaba escuchando oculta entre las sombras detrás del pasamanos de las escaleras, sintiéndose preocupada.

Al día siguiente, mientras Laurie se preparaba para ir a la universidad, Jo se le acercó y le contó lo que había presenciado la noche pasada.

—Creo que su problema proviene de su amor por la música —fue la conclusión de la chica, en cambio, Laurie se quedó bastante perplejo.

—¿Por qué debería darle problemas algo así? —inquirió.

—No lo sé, pero lo que sé es que su problema tiene que ver con la música —insistió terca como una mula, segura de su especulación.

—Pues a mí me preocupa más el que no coma lo suficiente, siempre está dejando más de la mitad de la comida. ¡Está tan delgado que la señora Kirke y yo tememos por su salud! —declaró el turbado muchacho.

Los días fueron pasando desde aquella noche y Jo, Laurie y Anthony siguieron con sus vidas mientras que Jeremy, al sentirse mejor y con ánimos de salir de vez en cuando de su habitación para integrarse con aparente desagrado a la vida cotidiana de los huéspedes que se alojaban en la pensión del los Kirke. Pero a pesar de su indiferente y fría actitud hacia los demás, él era un chico que jamás olvidaba los favores de los demás y poseía un don especial para atraer a la gente de buen corazón que sabía adivinar su verdadero yo, notando que él, en realidad, era un joven simpático, de intensos sentimientos y de gran corazón que raras veces dejaba salir de debajo de su máscara insensible y arrogante que su abuela siempre le había tratado de inculcar desde que era pequeño, enseñándole que él era de una estirpe superior a la de los demás, cosa que él nunca había llegado a convencerse del todo gracias a su buen juicio y a su temperamento inclinado hacia todo lo que era justo y bueno. Pero como nadie es perfecto, Jeremy había heredado de ella el orgullo, la terquedad, la excentricidad y la grandeza de los Williams.

Pero a pesar de que su etapa de enfermedad había comenzado a quedar atrás, su semblante mostraba tanto la tristeza como la debilidad que gobernaban su cuerpo y su alma. A pesar del dolor inconfesable que sentía en su corazón, nunca dejaba pasar la más mínima oportunidad de ayudar a alguien en la casa, ya sea a la señora Kirke, a algún inquilino o a alguna doméstica. En un principio su actitud retraída asustó a los niños de la casa, pero conforme éstos fueron conociéndolo mejor pronto encontraron a un muy bien dispuesto y tranquilo compañero de juegos y un amable ayudante de estudios.

Jeremy Williams se había convertido en una silenciosa sombra difuminada que vagaba como un fantasma en pena por toda la casa. A todo el mundo extrañaba aquella extraña actitud, pero nadie se animaba a preguntarle por el motivo de su silencioso sufrimiento.

Ahora él podía moverse con facilidad por toda la casa gracias a que Laurie se había encargado de conseguirle unos anteojos nuevos, por lo que ahora podía tocar el piano embelesando a todo aquel que lo escuchara. A pesar de que era poco afecto al diálogo y de que aún se sentía enfadado por la intervención de Jo, Laurie y Anthony con su intento de suicidio, Jeremy solía quedarse con ellos cada vez que se reunían en la sala de estar de la pensión, que eran ocasiones muy contadas debido a que Jo se dedicaba a cuidar y educar a las hijas de la dueña de casa, escribir, asistir a sus clases de teatro y al salón de lectura, Laurie se dedicaba a asistir a la universidad y a estudiar, y Anthony, naturalmente, casi siempre estaba muy ocupado corriendo de aquí para allá por su trabajo. Tal vez jamás lo admitiría frente a ellos, pero disfrutaba muchísimo su compañía.

Jeremy siempre se las ingeniaba para estar con dos personas como mínimo, evitando así quedarse a solas con alguien para no tener que verse en la desagradable situación de conversar cara a cara con esa persona; y si eso llegaba a ocurrirle, se retiraba inmediatamente antes de que se le dirigiera la palabra. Esa actitud en especial, fue lo que siempre llamaba la atención a nuestros protagonistas.

—Es como si no quisiera tener una relación seria, intima y directa con nadie —arguyó Laurie mientras caminaba con Jo colgada de su brazo derecho, paseando por el parque de la ciudad poblado por árboles con hojas amarillentas algunos y desnudos otros.

—Puede que no quiera que le hagamos preguntas —sugirió Jo.

—Pues no se la haremos si no quiere —concluyó el muchacho con determinación.

—¿Te ha dicho si tiene intenciones de volver al salón de música?

Laurie negó con la cabeza antes de contestar.

—Me parece que no tiene intenciones de abandonar la casa, Jo. Creo que no quiere relacionarse con nadie. Tocar el piano es lo único que parece hacerlo feliz y seguramente se quedará en la pensión de la señora Kirke mientras pueda seguir interpretando las maravillosas melodías que toca.

Jo dejó salir un profundo suspiro de resignación.

—Aún me resulta imposible que un muchacho tan complicado como él toque el piano de esa manera tan impresionante… Creo que tendremos que esperar mucho tiempo hasta que se decida a revelarnos la verdad de su huída de Inglaterra… O tal vez nunca nos lo diga. ¿Sabes? La señora Kirke me contó que siempre lo escucha llorar por las noches, y yo creo que para que un hombre llore, debe de ser algo realmente terrible.

—Puede ser… No por ser hombre significa que uno no llore, Jo.

—¿Es que acaso tú has llorado por algo, eh? —inquirió poniendo los brazos en jarra para mirarlo burlona y detenidamente, poniendo a Laurie muy nervioso, por lo que él se vio obligado a salir como fuera de aquel atolladero en el que se había metido tan inocentemente.

—¡Oh! ¿Escuchas eso, Jo? —se llevó la mano al oído para "escuchar" mejor, ignorando la pregunta de su amiga—. ¡La señora Kirke nos llama a cenar! ¡Vamos! —y salió corriendo como una gacela mientras Jo se volvía para contemplarlo entre extrañada y disgustada.

—¿Cómo puedes oír a la señora Kirke si estamos en el centro de la ciudad? —preguntó, y viendo que éste la dejaba, comenzó a correr ella también—. ¡Eh, Laurie! ¡Espérame!

XOX

A la tarde siguiente, mientras Laurie se encontraba estudiando en la universidad y Jo escribiendo en su habitación aprovechando un ratito libre que le quedaba en toda su apretada agenda, Anthony llegó de visita, y luego de saludar tanto a la señora Kirke en la sala de estar como a Jeremy en el piano, quien solamente le hizo una austera inclinación de cabeza por toda respuesta, subió y llamó a la puerta del cuarto de la muchacha, quien le dio permiso para entrar sin saber realmente quién era.

—¿Es usted, señora Kirke? —dijo Jo mientras seguía garabateando su hoja, muy concentrada con su historia y sin dignarse a volverse para mirar—. Lamento ser tan desconsiderada, pero le prometo que bajaré en media hora para ayudarle a zurcir las medias… ¡Esta historia está quedándome sensacional!

—¿En verdad? Pues tendrías que dejármela leer para ver si eso es cierto, mi querida Jo —replicó Anthony deteniéndose detrás de ella, provocando que ésta brincara sobresaltada de su asiento, volviéndose de inmediato hacia él entre asustada y enfadada.

—¡Anthony Boone! ¿Es que no te han enseñado a tocar antes de entrar al cuarto de una señorita?

—Es por eso que no toqué —fue la astuta réplica del joven periodista.

Jo se quedó algo desconcertada con aquella réplica, pero enseguida sus ojos grises se abrieron como platos cuando por fin entendió lo que él le había querido decir.

Furiosa, se levantó de la silla y se le abalanzó amenazante con el puño en alto.

—¡¿Acaso estás diciendo que aquí no vive ninguna señorita, Anthony Boone? ¡Voy a darte tu merecido por ofenderme!

—¡Tranquila, Jo! ¡Era sólo una broma…! —sonrió, alzando las manos como una especie de escudo y retrocediendo mientras la chica se le aproximaba—. Si sigues siendo tan quisquillosa como eres, no vas a tener tiempo de seguir escribiendo tu "sensacional" novela y zurcir las medias de la buena señora Kirke…

—¿¡Cómo dijiste, Anthony Boone! ¿Te burlas de mí? ¡Ahora verás! —y se le lanzó encima, pero el prevenido muchacho logró esquivarla a tiempo y comenzó a correr alegremente alrededor de la habitación perseguido por una iracunda escritora que muy pronto cambió su mal humor por risas; aquella risa estrepitosa que tanto encantaba a sus amigos.

De pronto, Jo logró cazarlo por la falda del saco, pero Anthony tropezó con la vieja alfombra y cayó de bruces el suelo llevándosela con él.

Como Anthony había tropezado un segundo antes de voltear hacia la izquierda, había caído de espaldas para, sin querer, recibir a su amiga sobre su pecho, quedándose tan sorprendido como ella cuando sus rostros se enfrentaron.

Anthony, sin aliento y mudo como una estatua, se le había quedado mirando mientras sentía que su corazón comenzaba a latir a una velocidad asombrosa. ¡Jamás había tenido a su amada Jo tan cerca de él! Jo, en cambio, se había quedado reclinada sobre él, sosteniéndose sobre sus manos que se encontraban a cada lado de la cabeza de Anthony. Estaba roja como un tomate sobre el pálido rostro de él, conteniendo la respiración. ¡Era la primera vez que se encontraba en una situación tan embaraza como esa! Ella no entendía muy bien el por qué, pero le pareció que Anthony comenzaba a parecerle muy atractivo bajo esa nueva perspectiva: su cara, su nariz, sus ojos azules, su boca… sus labios…

Por primera vez en su joven vida, el hermoso sentimiento del amor y el peligroso sentimiento del deseo encendieron una pequeña chispita en su corazón que ella creía exento de toda pasión y sentimentalismo.

—¡Oh! ¡Pero qué tonta soy! ¿En qué estoy pensando? —exclamó, despertándose repentinamente de aquella especie de ensoñación en el que había caído, volviendo a pensar con su cerebro y dejar de sentir con su corazón.

Y así, para el desconcierto y desencanto de Anthony, la chica se puso de pie, veloz como un rayo. No pudiendo evitar sentirse algo triste, él también se levantó pero con menos prontitud que ella, arreglándose la ropa para disimular su embarazo al igual que Jo.

Nerviosa y con la intención de dejar aquella embrollada escena y sus recién descubiertos sentimientos románticos muertos y enterrados, Jo comenzó a hablar atropelladamente de cualquier cosa que se le cruzara por la cabeza mientras caminaba de aquí para allá como si fuera una leona enjaulada, sin atreverse a mirarlo a la cara.

—Laurie y yo estuvimos conversando acerca de Jeremy, ¿sabes? Parece que él no tiene intención de volver al salón de música mientras que pueda seguir tocando el piano de la señora Kirke, cosa que a ella y ni a nadie de esta pensión molesta porque él toca como los ángeles el piano. Pero nos tiene muy preocupados el hecho de que parece que no tiene intenciones de relacionarse con nadie ni comer como se debe… ¿No tienes alguna idea del porqué se comporta de esa manera tan extraña? ¡A veces
me entran unas ganas enormes de agarrarlo por el cuello de la camisa y sacudirlo con todas mis fuerzas para obligarlo a revelar su secreto!

Anthony nada decía, simplemente se limitaba a escucharla sin interferir en su incesante charla, preguntándose si Jo actuaba de esa manera tan extraña por lo que había pasado hacía algunos segundos. Jamás la había visto tan nerviosa como en aquel momento.

—¡Oh! ¡Me olvidaba de contarte lo más importante de todo! —exclamó la joven, deteniéndose de golpe y chocando su puño contra la palma de su mano, olvidándose completamente de lo que le había sucedido con Anthony.

Dirigiéndose entonces hacia el sorprendido muchacho, Jo, llena de orgullo, declaró deteniéndose frente a él, extendiendo los brazos:

—Anthony Boone, estás viendo ante tí a Josephine March, la futura actriz y estrella principal de la obra de teatro titulada "El Renegado de Italia", que se estrenará el próximo mes augurando un gran éxito de taquilla en las tablas.

Anthony se quedó lívido tras escuchar semejante noticia, pero enseguida se sobrepuso a la sorpresa e inesperadamente abrazó a Jo con todas sus fuerzas, lleno de alegría por aquella excelente noticia.

—¡Mi enhorabuena, Jo! ¡Sabía que lo lograrías! ¡Lo sabía! —y para el asombro de su amiga, éste la levantó del suelo por la cintura y comenzó a hacerla girar en torno suyo—. ¡Serás una gran actriz aparte de una gran escritora!

—¡Oh, Anthony! ¡Realmente prefiero tus alabanzas que tus críticas! —rió la chica, aferrándose a los hombros de su amigo.

Cuando la bajó, Jo lo tomó por las manos, mucho más emocionada que antes.

—¿Y sabes? ¡Lo mejor de todo esto es que el dueño del teatro me regalará varias entradas para que mi familia pueda venir a ver mi debut como actriz! ¿No te parece estupendo?

—Por supuesto que sí. Todos estarán felices de ver que tus sueños se están cumpliendo, Jo —asintió el joven periodista—. ¡Estarán tan orgullosos de ti como lo estoy yo!

—¿Te lo imaginas? —comenzó a decir la entusiasmada muchacha mientras soltaba las manos de su amigo y comenzaba a girar por todo el cuarto mientras él no le quitaba la vista de encima, satisfecho por lo que veía—. ¡Mamá, papá, Meg, Beth, Amy y Hanna estarán sentados en primera fila viéndome actuar en mi propia historia! ¡Será algo maravilloso!

Anthony estaba a punto de decirle que ella era la maravillosa, pero escuchó la amistosa y alegre voz de Laurie en la planta baja saludando a la señora Kirke.

—¡Oh! ¡Ya llegó Laurie! —exclamó la muchacha, aplaudiendo con entusiasmo—. ¡Iré a contárselo inmediatamente!

Y ante la triste mirada de Anthony, ella salió disparada de la habitación, dejándolo rodeado de una atmósfera de fría soledad y desamparo, era como si ella se hubiera llevado el sol que le proporcionaba luz y calor con sus alegres haces de luz. Finalmente sonrió con resignación y él también bajó para participar de la alegría de todos. Al fin y al cabo, aquel inesperado tropezón había sido lo mejor que le había pasado en la vida.

/¡Que buena noticia nos dará Jo! ¡Podré alardear de ella frente a mis amigas! Pero estoy preocupada por su relación con Anthony… ¿Qué dirían papá y mamá si se enteraran de ese tropezón?/

*Notas de Una Autora Descuidada:*

*¡Qué momento entre Jo y Anthony! Fue la frutilla del capítulo, je XD ¡En el capi que viene
aparece Beth y se conocerá con Jeremy! ¿Se sabrá entonces su secreto?*

Continuará el próximo miércoles...


Notas de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. 
Sigo leyendo el cómic Los Cuatro Fantásticos: La Llegada de Galactus. Terminé de ver el drama coreano Contrato Para una Boda, y sigo viendo el anime Fairy Tail, y editando el drama coreano Apuesta Final.

¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu

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